Paleontólogos describen un anfibio gigante de 260 millones de años



Un grupo de paleontólogos realizó un nuevo y detallado análisis de una de las especies fósiles más interesantes de Brasil: el Australerpeton cosgriffi, un pariente gigante de los actuales anfibios que vivió en el período Pérmico, hace 260 millones de años. Pese a su nexo con los sapos y las salamandras actuales, este animal de hasta 2,5 metros de largo parecía más bien un cocodrilo, con su hocico delgado, que incluso poseía escamas en su cuerpo.

Esta nueva descripción de la especie, que hace hincapié en la peculiar morfología de su cráneo, salió publicada en Zoological Journal of the Linnean Society, y su primer autor es Estevan Eltink, quien cursó su doctorado en el Laboratorio de Paleontología de la Universidad de São Paulo en la ciudad de Ribeirão Preto, Brasil, con el apoyo de la FAPESP. Un trabajo anterior sobre fósiles recientemente descubiertos de este animal salió en mayo de 2014 en Journal of Vertebrate Paleontology.

Suscriben también el estudio Max Langer, de la USP de Ribeirão Preto –quien coordina el Proyecto Temático intitulado “El origen y la irradiación de los dinosaurios en Gondwana (Neotriásico - Eojurásico)” y dirigió el doctorado de Eltink–, como asín también Eliseu Dias, de la Universidad Estadual del Oeste de Paraná, Sérgio Dias-da-Silva, de la Universidad Federal de Santa Maria (Rio Grande do Sul), y Cesar Schultz, de la Universidad Federal de Rio Grande do Sul.

Eltink comenta que el paleontólogo Mario Costa Barberena, de la UFRGS (ya fallecido), recolectó los primeros fósiles de la especie, oriunda de Serra do Cadeado, zona serrana del interior de estado de Paraná, a lo largo de los años 1970 y 1980. Costa Barberena realizó la primera descripción formal del A. cosgriffi en 1998, abordando justamente el cráneo del animal. Otros trabajos sobre ese material poscraneal (es decir, que va del cuello hasta la punta de la cola) salieron en la década siguiente.

“Pese a que era un animal relativamente bien estudiado, la descripción de Costa Barberena era superficial y carecía de una revisión más profunda de la anatomía y la comprensión comparativa de las estructuras”, dijo Eltink. Asimismo, perduraba un misterio con relación a la posición de la criatura en el “álbum de familia” de los anfibios primitivos.



Para ser más preciso, la especie pertenecía al gran grupo de los temnospóndilos, animales que gozaron de un amplio éxito evolutivo y colonizaron ambientes terrestres y acuáticos durante más de 200 millones de años hasta desaparecer (pero no sin que antes un subgrupo de éstos les diera origen a los anfibios actuales, de acuerdo con la hipótesis dominante entre los paleontólogos).

El A. cosgriffi es el temnospóndilo más completo que se haya encontrado en América del Sur. Su hocico muy largo y fino –el término técnico es “longirrostrino”– se asemeja al de animales que existieron en la región de la actual Rusia.

Sin embargo, también existía la posibilidad de que el animal tuviera una ligazón más cercana con temnospóndilos contemporáneos de Sudáfrica, con morfología brevirrostrina, es decir, de hocico corto. Ésta fue la duda que los investigadores intentaron despejar mediante el análisis detallado de los cráneos de la especie descubiertos hasta ahora y de la comparación de su morfología con la de otros temnospóndilos.

El análisis tuvo en cuenta un conjunto de 221 características del grupo. Sin embargo, la más importante para definir el lugar de la especie en el árbol genealógico de los anfibios primitivos fue la morfología de la cavidad del tímpano, que ayudó a clasificar a la criatura como pariente de las formas sudafricanas conocidas como Rhinesuchidae.

“En tanto, las formas rusas, representadas por los Platyoposaurinae, de largirrostria [hocico alargado] bastante evidente, exhibirían esa característica convergentemente”, dice Eltink.

Es decir, se trata de un caso típico de evolución convergente, en el cual dos linajes de animales sin parentesco muy cercanos se ven llevados por la selección natural a desarrollar adaptaciones morfológicas muy similares.

La cuestión, por supuesto, es la siguiente: ¿una convergencia con qué fin? Tanto el formato de la bocona del A. cosgriffi como su dentición sugieren una dieta basada en peces, que también debe haber sido el caso de las especies rusas.

Un animal moderno que recuerda superficialmente a esa criatura es el gavial (Gavialis gangeticus), un cocodrilo de la India. En el caso de los gaviales, se sabe que el hocico delgado reduce la resistencia del agua a los movimientos del animal y le facilita así la captura de peces. “Pese a que los grupos son filogenéticamente muy lejanos, la morfología general del cráneo es similar”, dijo Eltink.

“Vemos que los hábitos piscívoros desembocan a menudo en una morfología craneal bastante parecida. Entre los temnospóndilos, por ejemplo, esa morfología apareció en tres linajes distintos: Archegosauridae, Rhinesuchidae y Trematosauridae.”

“Cuando observamos la historia evolutiva de los tetrápodos [todos los vertebrados menos los peces] como un todo, el alargamiento del cráneo aparece convergentemente en distintos linajes acuáticos y semiacuáticos. Por ende, esto parece ser algo bastante plástico”, dijo el paleontólogo.

Resulta evidente que un predador de este porte dependería de un escenario semiacuático igualmente grandioso. En la época en que esta especie vivió, los continentes estaban agrupándose para formar el supercontinente Pangea, con el cierre del pequeño mar que existía entre lo que vendría a ser América del Sur y la futura África.

En la época y en el lugar en que el A. cosgriffi vivía, el resultado de esos procesos fue la formación de un ambiente de transición entre áreas fluviales continentales y ambientes más áridos. Por lo tanto, es posible imaginar una región costera con dunas y lagos de agua dulce, que quizá se pareciera a la actual región de Lençóis Maranhenses, en el estado de Maranhão, en la cual el anfibio nadaba en busca de peces. 


Fuente: AGÊNCIA FAPESP/DICYT

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