El poblamiento de la Patagonia

La historia del poblamiento indígena de la Patagonia es todavía tan imprecisa como la de su concepto como región. Hoy no queda un solo tehuelche puro; la lengua tehuelche septentrional se extinguió en 1960 y queda una decena de hablantes de la meridional. Ninguno de la ona, cinco o seis —sólo mujeres!— yámanas hablantes; una treintena de alacalufes. Unos 250.000 parlantes de araucano en Chile y 20.000 en la Argentina, con absoluta probabilidad todos portadores de genes blancos. Rodolfo Casamiquela sintetiza en este texto de divulgación científica sus investigaciones acerca del poblamiento indígena de la Patagonia, una de sus especialidades. Escrito originalmente para el libro Patagonie, une tempete d'imaginaire (Patagonia, una tempestad de la imaginación) que fue publicado en francés por Editorial Autrement, permanece inédito en libro en castellano, aunque fue publicado en Confines, primera época. El texto constituye un acercamiento de primer nivel al proceso de poblamiento patagónico, siempre controvertido y sujeto a polémicas.

por Rodolfo Casamiquela


Tehuelches

1. El Nombre

Como California, nombre que deriva de Calaifa la Reyna de las Amazonas, Patagonia deriva de Patagón, siendo ambos personajes de la mitología folklórica española de la época, difundida en América a través de las novelas de caballería, lectura obligada de las tripulaciones de las carabelas en los interminables viajes transoceánicos.
    
"Patagonia", "Estrecho de los Patagones", vía de agua que la separa de Tierra del Fuego, son topónimos nacidos del primer contacto de los europeos con el finis terrae americano: la visita de Hernando Magallanes en su periplo pionero de circunvalación del planeta. En homenaje a su hazaña, el Estrecho de los Patagones había de recibir su nombre; no la porción continental, que retuvo el suyo de Patagonia, alimentado precisamente por la seducción del mito.
    
El primer mito europeo que arribó a la Patagonia, el de los "gigantes patagones", hombres de colosales corpulencia y estatura: "Patagonum Regio ubi incole sunt Gigantes 9,8 ad summun 10 pedes long" (Pieter Keer, 1598)..., y que había de arrastrarse hasta el siglo XVIII. Sólo sobrepasado en longevidad por el segundo, contemporáneo con él, aquel de la "Ciudad de los Césares", exportado desde el Río de la Plata; a partir -quizá - del viaje del capitán Francisco César a "tierra adentro" en 1528.

Si el otro se refería a los indígenas de la Patagonia continental, hoy llamados "tehuelches" éste tenía como protagonistas a europeos, habitantes de una ciudad fundada por españoles extraviados, que habrían alcanzado la inmortalidad, y en que todo era de oro y plata.



2. El Concepto


Patagonia ("la Patagonia" prefieren decir sus habitantes) es hoy una región natural; pobladores y geógrafos convienen en ello. La pregunta es  ¨cuál?. Al pasar nos hemos referido a una continental -por oposición, por ende, a otra insular; esto es Tierra del Fuego. 

Con otro enfoque, tomado ahora como referencia el eje, de sentido meridiano, de la cordillera de los Andes, se habla de una Patagonia Oriental o en sentido estricto, por oposición a otra Occidental... Pero no son simétricas: si, de Sur a Norte, ambos conceptos comparten la faja andina hasta grosso modo los 41°, por el lado oriental se continúa, en la porción extra-andina adyacente, hasta los 36°. Su límite septentrional está conformado por los r¡os Barrancas-Colorado.(En sentido estrictísimo, dicho límite sería el de los cursos Limay-Negro). En tanto, por el lado occidental, la Patagonia sólo alcanza el océano Pacífico -en el concepto de los geógrafos chilenos- entre el Estrecho y los 46° 30', es decir la península de Taitao: se trata del islario de la "Patagonia Occidental" de aquellos (nosotros agregaríamos "por excelencia").

Y en cuanto a la "Patagonia por excelencia", es decir la que piensan la mayoría de los visitantes, se circunscribe a la Oriental extra-andina, la "Meseta patagónica", una serie de planos, interrumpidos por serranías de diverso origen y conformación, que descienden desde los 1500 metros en la cordillera de Los Andes hasta enfrentar al Atlántico, con cotas diversas, sin -en términos generales- la antesala de una faja propiamente litoral. Es el dominio del viento, casi permanente, huracanado a ratos; de los grandes contrastes térmicos (+35° a –35°cent¡grados) en el centro de su continentalidad, de la formación fitogeográfica de la estepa; del "avestruz petiza" y el guanaco, las solas presas dignas de las flechas y boleadoras de los tehuelches históricos.

Mujeres Yamanas

3. El Poblamiento Indígena

La historia del poblamiento indígena de la Patagonia es todavía tan imprecisa como la de su concepto como región.

Los Cazadores especializados


Comenzando por los aludidos tehuelches (patagones) la suya comenzó por el arribo, a fines del Pleistoceno, de bandas de cazadores paleolíticos, de jabalina, provenientes de Asia vía América del Norte, en pos de presas mayores como el mastodonte y el caballo americano, extinguidas hoy, en buena medida tal vez debido a su propia actividad cinegética.

Para alcanzar el fondo de la Patagonia -por vía continental-tanto las presas dichas -también asiático-norteamericanas- como sus cazadores debieron atravesar verdaderos filtros, constituidos alternativamente por travesías -grandes extensiones desérticas sin agua- y poderosos cursos de agua, como el Limay-Negro y el Santa Cruz. Hablamos de "filtros compuestos" en los casos en que ambos tipos de filtros se superponen, como en el sistema Colorado-Travesía entrerriana-Negro, o Chubut-Senguerr-Travesía litoral atlántica.

Precisamente son estos filtros, cuasi barreras, los que condicionaron la verdadera estratificación  étnica de la Patagonia continental, en lo que a estos cazadores especializados respecta.

Basado en coherencias somáticas y culturales -a partir de lo lingüistico-, un etnólogo patagónico, Federico Escalada, propuso en su momento el rótulo de "Complejo Tehuelche" para englobar a sus representantes históricos, sí que con la inclusión de los grupos de cazadores de la isla Grande de Tierra del Fuego: Los onas.


Actualizada y pulida por nosotros, la proposición sería la del siguiente cuadro:


Isla Grande  de Tierra del Fuego   


                              .Onas    Del Sureste ("Haus")
                              .Del Centro-Sur (Silknam=shelknam)
                              .Del Norte (Manekenk)
                             . Australes (Aonikenk)                                                                                       
                                                        
Complejo tehuelche


(Entre el estrecho de Magallanes Tehuelche y el río Santa Cruz)
                               .Meridionales
                               .Boreales (Tewsen)

Patagonia Continental         

                                 
(Entre el río Santa Cruz (Oriental) y el río Chubut)
                                .Tehuelches Australes (Guanna künna)

(Entre el río Chubut y los ríos Limay - Negro)                                                                                     
                                 .Septentrionales
                                 .Boreales
                                 .(Al Norte de los ríos Limay-Negro)
                                 .Véanse los comentarios que siguen


Tehuelches


4. Comentarios


El primero es que en lo que a la aparente unidad somática se refiere, entre otros, a los rasgos compartidos de alta estatura y gran corpulencia -que precisamente alimentaron el mito de los "gigantes patagones"- hay que sumar la morfología y robustez del cráneo, dolicocéfalo (como en todos los biotipos antiguos de América). Con ellos, los antropólogos físicos clásicos distinguieron la "raza Patagónida o Pámpida".

A estar con uno de ellos (Marcelo Bormida), sin embargo, al Sur del filtro-compuesto de los ríos Chubut-Senguerr-travesía litoral, el aporte de genes de otra entidad racial -la "Fuéguida"- introdujo elementos de diferenciación, apenas visibles para el lego, con lo que se podría hablar de dos subtipos de la raza Pámpida, al Norte y al Sur, respectivamente, de dicho filtro. Con ello, los tehuelches meridionales y los onas compartirían el segundo subtipo.

El segundo comentario es, precisamente, que los onas históricos (pues hay rastros en el interior de la isla Grande de un poblamiento m s antiguo) no son sino los tehuelches meridionales arribados a ella en tiempos relativamente cercanos: a estar con el grado de diferenciación lingüística, a lo sumo un par de milenios; personalmente, creemos que mucho menos. 

Dado que para tiempos tan recientes no es posible especular con cambios geográficos o topográficos de significación -como podría ser una cubierta de hielo sobre el estrecho de Magallanes-,hay que aceptar que los antepasados de los onas (históricos) beneficiaron alguna forma de embarcación, práctica abandonada -del mismo modo que abandonaron la boleadora, arqueológica en la isla Grande- después de su asentamiento. Por lo demás, existe información de los siglos XVI y XVII de "gigantes" tripulando canoas en el estrecho de Magallanes.

El tercer comentario, es que las etnias representantes del "Complejo Tehuelche" no se limitaron a los territorios al Sur de la línea del Limay-Negro: tanto en el ámbito pampeano  como en el patagónico (actual provincia del Neuquén, Patagonia Noroccidental) existieron pueblos filiables como tales, según la fórmula tipo somático "patagónido" y cultura de cazadores a distancia estrictamente afín a la del conglomerado pan-tehuelche (véase después) -aunque carecemos de información acerca de su lengua.

Se trata de uno de los diferentes pueblos que araucanos (véase después) y españoles trasandinos denominaron "puelche(s)", "gente del Este" en lengua araucana, que se movían alternando la meseta con la pre-cordillera andina, entre los ríos Agrio-Neuquén y Limay.

Más allá de lo somático, identificatorio prima facie en función del contraste con los restantes tipos físicos (biotipos) presentes en el  ámbito, según veremos en seguida, el carácter de "pan-tehuelches" de estos pueblos está  dado por los siguientes rasgos: uso de mantos largos de pieles ("quillangos" en el vocabulario patagónico); "turbantes" sui generis conformados por una cuerda torcida enrollada en la cabeza y en la que insertaban flechas; arco y flechas; aljabas; toldos de cuero; énfasis en la caza, con complemento de recolección.

Los cazadores -pescadores-recolectores-
    

Para desarrollar este punto, que agota prácticamente el análisis de poblamiento pre-hispánico de la Patagonia, debemos volver brevemente sobre el tema de los "filtros" geográficos.
    
Se ha dicho antes que los cazadores especializados arribaron al fondo del "embudo" de América del Sur hacia fines del Pleistoceno. Desde entonces, obviamente, distintas influencias culturales los alcanzaron a lo largo de la docena de milenios que median hasta el presente: de ello da inmejorable testimonio la evolución del arte rupestre, que ilustra "estilos" muy diferentes y, para casi todos ellos, de origen probadamente alóctono. Sin embargo, dichas influencias fueron mínimas al Sur del filtro-barrera del río Santa Cruz,  ámbito que muestra una notable historia cultural, lineal, muchísimo más conservadora que aquella del  área al Norte de dicho curso, en la que se registran influencias, crecientes en función del tiempo, procedentes de la Patagonia Noroccidental y de la Pampa, a su vez receptoras de otras de origen andino y de las sierras centrales del actual territorio argentino.
    
A los filtros enunciados cabe sumar, en lo que a estos pueblos de cazadores respecta, los lagos -y bosques- tan conspicuos a lo largo (ambas versantes) de los Andes, y, desde luego, el mar. Como, en mayor medida, se trata de filtros hídricos, resulta lícito definirlos como pueblos "con horror al agua" (hidrófobos) y de este modo pueblos no sólo continentales, es decir propios del ámbito de la Patagonia extra-andina o de la Meseta, sino, sobre ello, propiamente terrestres.
    
Y, a esta altura, véase de qué manera otras etnias contemporáneas, a favor de una actitud diametralmente opuesta con respecto al agua, es decir hidrófilas, abordaron y poblaron idéntico ámbito -plus aquel de los lagos y bosques sub-andinos. Para ello, simplemente, utilizaron el litoral marino como ruta general de avance, e ingresaron al continente remontando los cursos de los diferentes ríos; para el caso, cabe agregar que el estrecho de Magallanes obró como un río más, gigantesco, aunque de agua salada.  
    
Los beneficiarios de estas culturas que, en su mayor parte sin restar preeminencia a la caza de grandes presas la complementaban con un mayor énfasis en la caza menor y/o la recolección y la incorporación de la pesca, pertenecen a tres entidades diferentes desde el punto de vista somático (racial). En la nomenclatura tradicional, se trata de fuéguidos, huérpidos y láguidos (quizá  variante de un mismo biotipo primario).
    
Los últimos, inmigrantes desde el actual Brasil (de donde deriva el nombre: Lagoa de Somidouro), todavía representados en el Sur de ese país por los grupos indígenas beneficiarios de lenguas denominadas Ge (ye), tuvieron importante protagonismo, aparentemente en momentos diferentes a lo largo de milenios, en el litoral de lo que hoy constituye la provincia de Buenos Aires. Menor -y tardío- en el litoral nororiental de la Patagonia, por el que descendieron hasta sobrepasar levemente el paralelo 42.
    
El conocimiento de estos pueblos se basa esencialmente en documentos arqueológicos, aunque varios de sus rasgos fueron incorporados por los tehuelches históricos (como la práctica de la segunda sepultura, el uso del tembet , probablemente la covada, etcétera). Coherentemente, es posible que mantuvieran identidad étnica -en un proceso de absorción creciente por los nombrados- todavía durante los siglos XVI y XVII; podrían pertenecerles los indígenas beneficiarios de chozas de ramas contactados en el río Chico del Chubut (afluente austral de este río epónimo) y en el valle medio del río Negro, respectivamente por el español Alcazaba en 1535 y por el criollo Hernandarias en 1606. Son los últimos testimonios históricos.
    
Aunque hasta el presente no ha aparecido ningún resto de embarcaciones en los yacimientos, es altamente probable que las poseyeran de alguna clase -dada la ausencia de  árboles en la costa atlántica, presuntamente balsas de fibras vegetales flexibles-. Lo cierto es que nuestros láguidos remontaron los ríos patagónicos, como el Negro y presuntamente el Colorado y el Chubut-Chico -hasta los lagos Colhue Huapi y Musters, en donde se encuentra un enclave arqueológico atlántico. Por el río Negro avanzaron hasta por lo menos el Limay inferior, y es posible que hayan alcanzado sus nacientes, en el gran lago Nahuel Huapi, pero falta la prueba arqueológica.
    
Muy curioso es señalar que en los aludidos yacimientos litoral-atlánticos bonaerenses y nor-patagónicos las poblaciones láguidas aparecen como literalmente conviviendo con otras fuéguidas, con las que aparentan haber beneficiado una cultura grosso modo común y con las que terminaron por mestizarse en grado variable también con los tehuelches, pero diacrónicamente.
    
Hay que apresurarse a señalar, sin embargo, que si los láguidos -y/o lagoides- sólo sobrepasaron escasamente, por la via litoral mencionada, el límite de los 42°, los fuéguidos -y/o fuegoides- aparecen en los yacimientos sin solución de continuidad: en la costa atlántica, a lo largo del estrecho de Magallanes y en el litoral pacífico, hasta el extremo meridional del  rea propiamente continental del actual Chile.
    
...Forma de expresión que no significa, correlacionadamente, decir que el sentido del poblamiento es decir de la progresión de estas oleadas fuéguidas haya sido Atlántico-Pacífico y literalmente Norte-Sur. Antes bien, por el contrario, indicios de variado carácter a lo largo de la costa pacífica sudamericana, y aun norteamericana, parecerían abonar con más fuerza un esquema de signo precisamente contrario. De un modo u otro, parecen haber estado presentes en el estrecho de Magallanes, con los pámpidos, a fines del Pleistoceno.
    
Lo cierto es que estos pueblos hidrófilos, históricamente navegantes -aunque esto no haya sido controlado en el litoral atlántico, en donde los testimonios de su presencia son sólo arqueológicos- no solo circunvalaron el mapa de la Patagonia continental, y se internaron en ella de diversas maneras, como veremos, sino ocuparon, nomádicamente, el vasto islario de la Tierra del Fuego -­hasta el Cabo de Hornos! ­hasta la isla de los Estados!, en los mares reputados como los más procelosos del mundo.
    
Históricamente los conocemos como yámanas, al Sur del estrecho de Magallanes; alacalufes, desde esta vía de agua hasta la península de Taitao, en los 47° de latitud; chonos, por el Norte de ella hasta el continente. Todos identificados, más allá de lo racial, por una economía de cazadores de grandes presas -desde mamíferos marinos como ballenas semivaradas, lobos marinos y focas, hasta continentales, como ciervos y guanacos, al lado de otras pequeñas, incluidas muchas aves, pesca y recolección de mariscos -ambas de variadas formas- y de huevos y vegetales varios.
    
Si la dispersión de estos pueblos se produjo de Norte a Sur, según lo expresado, correspondería a los chonos -beneficiarios originales por lo demás del "curanto" o comida en hoyos, con piedras calientes, vigente como folklórica y hoy culta- la invención que habría de resultar decisiva desde el punto de vista etnodinámico: aquella de la canoa de tablas. Esta embarcación a primera vista simple, era construida en su forma primitiva con tres tablas de alerce, la una a modo de plano de base y quilla y las otras laterales, el todo curvado ("arrufado") a proa y popa para sobresalir del agua. La elección del alerce - árbol varias veces centenario- se debía a la longitud, rectitud y liviandad de su madera, imputrescible, susceptible de ser convertida en tablas, subiguales, por el simple empleo de cuñas. Las tablas se unían entre s¡, calafateadas con la entrecorteza del propio alerce, convenientemente agujereadas, por medio de cuerdas vegetales.
    
A diferencia de los cazadores continentales, estos grupos humanos, a favor de un físico especialmente adaptado para el frío, la humedad y las inmersiones, el mareo y el vértigo, y con metabolismo basal muy elevado, producto de la aparente capacidad de transformar las proteínas en hidratos de carbono, poblaron alternativamente, todos los sitios aptos de la faja costera del continente y las islas, e incursionaron en los ríos, los bosques y las montañas.

Armando y desarmando sus "piraguas", como las llamaron los españoles, estos pueblos fueron capaces de atravesar -por tierra!- el istmo de Ofqui en la mencionada península de Taitao, imposible de circundar por mar, y ganar los mares y tierras australes. Poco más al Sur, la desaparición del alerce obligaría a su reemplazo por cortezas de diferentes  árboles del Bosque Austral o Andino Patagónico, lujuriante en un ámbito en que, por obra y gracia de la Cordillera, que ataja los vientos occidentales cargados de humedad, contrasta violentamente con la Patagonia Oriental, o propiamente dicha: 5000 milímetros anuales de lluvia contra 300...
    
En el extremo Sur del  área de nuestro interés -y del continente sudamericano- las mezclas con los pueblos de cazadores terrestres fueron inevitables, y dieron origen a diferentes pueblos metamórficos de primera mano -según vimos- como los tehuelches meridionales=onas en conjunto o de segunda mano, como los onas del Sureste de la isla Grande de Tierra del Fuego (haus) o la porción más austral de los tehuelches, respectivamente mestizados con y manas orientales y alacalufes meridionales (guaicaros).
    
En el otro extremo, por un lado conformaron el sustrato étnico del Sur del actual Chile continental, históricamente -ya muy araucanizados- cuncos y huilliches (de Chile). Por el otro, atravesada la cordillera andina, los grupos de canoeros de los lagos subandinos de las actuales provincias del Neuquén y del Río Negro. Históricamente, se diferenciaron en por lo menos dos etnias: los "pehuenches", acuáticos, de canoa aparentemente monóxila, documentados en el lago Huechu Lafquen, y los "puelches", piragüeros, en el gran lago Nahuel Huapi y contiguos hacia el Sur. Sabemos poco de estos pueblos, fantasmales, absorbidos por sus vecinos tehuelches a lo largo de los siglos XVII y XVIII; los segundos fueron aparentemente una mera diferenciación regional de los chonos, del occidente de los Andes.
    
Para terminar con el inventario étnico de la Patagonia Oriental durante los siglos XVI y XVII, resta mencionar un pueblo sui generis, establecido, como los puelches cazadores (no-canoeros) revistados más atrás, en el ámbito subandino-extraandino de la provincia del Neuquén, pero en este caso al Norte del curso del Agrio-Neuquén, verdadero filtro que subdividía dicho territorio en dos áreas subiguales. Se trata de los "pehuenches" ("gente de las araucarias", Araucaria araucana,  árbol conífero andino) pero diferentes de los canoeros mencionados antes -aunque es posible que dispusieran igualmente de alguna forma de embarcación. Con ellos entra en escena un nuevo ingrediente somático: el huárpido de la lista de biotipos dada más atrás.
    
Culturalmente, debieron alternar la caza del guanaco y el avestruz en la meseta y el ciervo (huemul) en la andina-subandina con la recolección, con especial énfasis en las semillas -"piñones"- de la araucaria, de alto valor alimenticio. Los pehuenches las beneficiaron de diversa manera, y para su conservación idearon los silos sub-acuáticos, técnica que inhibía su germinación espontánea.
    
Otros rasgos de su cultura fueron la choza cónica de cuero, las raquetas para la nieve, la bebida colectiva en hoyos forrados con cuero. Poco más sabemos de esta etn¡a que desapareció como tal a lo largo del siglo XVIII, absorbida en las corrientes de la tehuelchización y la araucanización, a las que nos referiremos acto seguido.

Los grandes procesos etnodinámicos históricos
    
La exposición sucinta de estos procesos, puestos en marcha durante la primera mitad del siglo XVII es imprescindible para identificar a los protagonistas de los capítulos finales del poblamiento indígena.
    
Sus factores claves resultan:
    
En lo étnico, la dinamización y correlacionada expansión de sentido general Sur-Norte, de los pueblos tehuelches ("tehuelchización"); la dinamización del pueblo araucano (trasandino) y correlacionada expansión de sentido general Oeste-Este ("araucanización"); en fin, la irrupción de los europeos, (españoles), en ambos lados de los Andes y su expansión ("hispanización-criollización").
    
Resumen o fórmula que necesita los siguientes comentarios ampliatorios:
    
Primero, el presentar a los araucanos, un pueblo de cultura andina, somáticamente como los incas (de estatura mediana, robustos, y, a diferencia de todos los presentados hasta aquí, braquicéfalos), cultivadores primitivos, de bastón y tala y roza, y por ende semisedentarios,; dueños de grandes casas de madera y paja, de tejido, cerámica y platería de excelente factura. Radicados en la cordillera de la Costa, el valle central -longitudinal o axial- y la faja pre-andina del territorio del actual Chile entre los ríos Bio-Bio y Toltén, un  área pequeña, fragosa y densamente forestada, muy húmeda, ubicada en frente -cordillera de los Andes de por medio- de la parte central de la actual provincia argentina del Neuquén.
    
En seguida, el enfatizar el papel de la difusión del caballo, introducido por los españoles, como factor dinamizante -verdadero detonante de los procesos en análisis-: a favor de su posesión los tehuelches septentrionales alcanzaban el área del Río de la Plata, con centro en la naciente ciudad de Buenos Aires, en los primeros lustros del siglo XVII. Cabe pensar que en Neuquén sucedía lo propio. Al tiempo que comenzaban a atravesar, montados, la Cordillera grupos de indígenas trasandinos (denominados "aucas", sobre los que volveremos acto seguido).
    
El tercero, que si la "tehuelchización" supuso el desplazamiento y la ocupación efectiva  -dentro del juego de desplazamientos del nomadismo- de los territorios abordados, no fue este el caso de la araucanización -ni de la hispanización. En estos dos casos privó, decididamente, la difusión cultural sobre la racial, genética, y como este proceso -verdadero fenómeno- se produjo a través de una cadena de pueblos sucesivos, cabe hablar de transculturación en el sentido primario o literal de la expresión.
    
Es precisamente el caso de los aucas  (voz kechua, incaica, adoptada por los araucanos, que significa "salvajes"), que podemos clasificar en boreales y australes, con origen étnico y geográfico totalmente diferentes. Los primeros, de afinidades andinas, ocupaban, en el hoy Chile, los terrenos que se extienden al Norte del río Bio-Bio; los segundos, parte del sustrato fuéguido, o de los canoeros, araucanizados, procedían de los terrenos al Sur del río Toltén. Es decir ambos por fuera de las fronteras de la Araucanía propiamente dicha. Es decir, eran grupos araucanizados, "pan-araucanos" si se quiere, pero no araucanos veros.
    
De un modo o de otro, por lo demás, estos aucas sólo llegaban -y así continuaron durante el siglo siguiente- en plan de comercio y rapiña, especialmente de caballos y vacunos, y nunca produjeron asentamientos estables en territorio cisandino. Lo propio los españoles-criollos, que no trascendían el entorno de la incipiente Buenos Aires.


Con estas salvedades, puede proseguirse y completarse r pido la prosecución del proceso, complejo. Tal vez, a través de los siguientes momentos:


1) Siglo XVI. Expansión de los grupos cazadores puelches ("puelches intermedios") del Sur de la actual provincia del Neuquén a territorio trasandino, en relación con la guerra "de la Araucan¡a" entre españoles y araucanos (y pueblos araucanizados).

2) Siglo XVII. Expansión  de los tehuelches septentrionales hacia Neuquén y el ámbito pampeano en general. Contrario sensu, expansión de los aucas, boreales y australes, hacia el Neuquén y el  área pampeana. Gravitación de la lengua araucana en el Sur del Neuquén. Permanencia de la lengua local (pehuenche) en el Norte del Neuquén. Arribo de la lengua araucana a la hoy provincia de Buenos Aires.

3) Siglo XVIII. Hegemonía de la lengua araucana en el Neuquén. Desaparición de la lengua pehuenche en el Norte. Desaparición de las otras lenguas regionales citadas ("puelches"). Permanencia (bilingüismo) de la lengua tehuelche septentrional en el Sur; arribo de los tehuelches meridionales al Neuquén y a la provincia de Buenos Aires. Expansión de las modas araucanas en todo el Neuquén y la Pampa: tejido, vestimentas, platería. Expansión de las modas hispano-criollas: vestimentas, apero del caballo.

Este siglo podría ser definido como el del equilibrio. De allí en adelante la araucanización habría de hacerse masiva, en lo cultural y aun lo somático. Y avanzaría considerablemente la criollización en el área pampeana.
    
Pero no podemos abandonarlo sin un par de observaciones fundamentales: una, que si bien la presencia de pueblos pan-araucanos era cotidiana en el Neuquén y la Pampa, estos no produjeron asentamientos estables. Los araucanos propiamente dichos faltaban por completo.
    
La otra observación es que, en la Pampa Central (actual provincia de La Pampa), o "Pampa Seca", al Oeste de la hoy provincia de Buenos Aires, o "Pampa Húmeda", en el dominio del monte de algarrobo y caldén (especies arbóreas de Prosopis), surgía una nueva etnia: los mamüllche ("gente del monte" en araucano), más conocidos por "ranqueles" (deformación de rangküllche, "gente de los carrizos", una gramínea a modo de caña). 
    
Eran el resultado del metamorfismo in situ de un pueblo de cazadores nómadas -presunto miembro pampeano del "Complejo tehuelche", que se extendía entre los ríos Carcarañá  por el Norte y Quinto-Salado por el Sur, y entre las sierras de Córdoba y San Luis por el Oeste y los ríos Paran  y de La Plata por el Este. Fueron los primeros aliados de los españoles fundadores de Buenos Aires y después -por la brutalidad de éstos- sus primeros enemigos, que habrían de prenderle fuego. Se los conoció primero por querandíes, después por tubichaminíes y/o pampas del rio Cuarto o cordobeses, etcétera (siglos XVII y XVIII). Muy araucanizados a través de influencias esencialmente andinas (de los pehuenches araucanizados) y criollizados, comenzaron a figurar con nombre propio, es decir identidad étnica, a mediados de dicho siglo, y estaban destinados a un importantísimo protagonismo en la historia del subsiguiente, hasta el final de la hegemonía indígena en el ámbito pampeano.

4) Siglo XIX.
     
El siglo XIX merece un punto y aparte. Un tratamiento especial, por haberse producido, en su segunda parte, ese ocaso trágico (con la segunda "Conquista del Desierto" programada y ejecutada por el general Roca) y por la complejidad de los movimientos étnicos y acontecimientos que lo precedieron. Ordenémoslos cronológicamente: 


I)  Como consecuencia de las luchas entre españoles y criollos en Chile, por la independencia del país, de gran repercusión en la Araucanía y traducidas en feroces enfrentamientos entre "tribus", hacia los primeros lustros de ese siglo un conjunto de estas optó por cruzar la Cordillera y radicarse en territorio cisandino. Esta vez se trataba de grupos propiamente araucanos, conocidos como "voroganos" unos (de Vorohue, un paraje cercano al actual Temuco) y "arribanos" los otros, es decir pre-cordilleranos.
    
Se establecieron en‚l en una suerte de faja que corre grosso modo a lo largo de la línea longitudinal que hoy sirve de límite entre las provincias de La Pampa y Buenos Aires. Las razones de la elección, estratégicas, fueron en principio dos: la primera, la relativa cercanía del interior de la Pampa Húmeda, rica en ganados caballar y vacuno (véase, ínterin, el mapa que ilustra la evolución de la tétrica "frontera" hispano-indígena, es decir las sucesivas líneas de fortines). La segunda, la existencia misma de un vacío demográfico, de una verdadera "tierra de nadie", provocada por el antagonismo siempre latente, y muchas veces traducido en acciones bélicas, entre los ranqueles que acabamos de ver, al Oeste, y los tehuelches septentrionales, al Este...

II)  Los ranqueles representaban tradicionalmente la principal amenaza para las estancias de la frontera del mundo criollo, que cincunvalaba la Pampa Central; por un lado por su ubicación estratégica; por el otro, porque los tehuelches, durante la primer mitad del siglo, se comportaron, a través de alianzas, más bien como "indios amigos", aliados del Gobierno y los estancieros de Buenos Aires, que apenas trascendieron, durante muchos años, el límite del río Salado.
    
Juan Manuel de Rosas, celebérrimo caudillo gaucho, era en la década del '30 ambas cosas: el hacendado más fuerte de la provincia de Buenos Aires y su Gobernador, investido de facultades especiales que lo convertirían en un verdadero tirano.
    
En 1832 dejó momentáneamente el gobierno -para retornar fortalecido- con la finalidad de realizar una expedición militar orgánica para desarticular -definitivamente, se proponía- el creciente poderío de los indígenas pampeanos-norpatagónicos -aunque sus principales enemigos, según se dijo, eran los ranqueles, encabezados por el cacique Yanquetruz (de abolengo andino).
    
Para llevarla a cabo se valió, al lado de cuerpos militares en una táctica de pinzas, de sus auxiliares indígenas naturales, los tehuelches, que lo acompañaron en el ala Sur, a su cargo directo. Pero al propio tiempo se alió con los araucanos..., deseosos de desembarazarse de sus potenciales enemigos ranqueles, situados a su espalda.
    
Aunque logró en principio su objetivo central, destruir -momentáneamente- a estos, no pudo acabar con Yanquetruz, que se refugió en la Cordillera.
    
El resultado de las acciones, a la corta, sin embargo, no fue el esperado. Sencillamente, los araucanos, sin competencia, hubieron de reemplazar progresivamente a los ranqueles en sus malones (expediciones relámpago, de saqueo) a la frontera de Buenos Aires...
    
A esta altura, se producía la radicación en la Pampa del cacique Calfucurá, "pehuenche", es decir del mismo modo andino... y por ende enemigo -secular- de los araucanos, simplemente trasladados de escenario. Calfucurá, viejo frecuentador del  rea en plan de comercio, eligió para instalarse -se dice que invitado o incitado por el propio Rosas- un punto geográficamente clave, en la Pampa Central, al Sur del territorio ranquel y al Oeste de los araucanos y los tehuelches bonaerenses. Al propio tiempo, puerta natural de los caminos que, desde Buenos Aires, conducían a la Cordillera. En ella, por lo demás, mantuvo a su hermano, Reuquecur , nexo con la Araucanía y poderoso cacique él mismo.
    
Este sistema, al lado de sus condiciones de diplomático, habría de convertir a Calfucurá , en muy pocos años, en el cacique más poderoso de todos los tiempos. A favor de una estrategia alternativa de alianzas étnicas elaboró una verdadera federación indígena y, hasta su muerte, hacia fines de la década del '60, se constituyó en el terror de la frontera de Buenos Aires.           
    
A su sombra, la hegemonía indígena en el ámbito pampeano crecería de tal manera que se hizo insoportable para los intereses económicos de los hacendados de la faja circumpampeana referida. Había que concluir con el poderío del "indio" y el general Julio Argentino Roca -con la ambición de la Presidencia que le aseguraría una campaña feliz contra ese enemigo terrible-, concibió, y luego desató (en 1879), la "Segunda Conquista del Desierto". La definitiva, que culminaría en 1885 con la entrega del cacique tehuelche septentrional Saihueque, establecido en el Sur del Neuquén.

No hubo propiamente batallas; a favor del fusil Remington, del conocimiento de los caminos y las aguadas "del desierto" por baqueanos, ex cautivos de los indígenas, de la agilidad y la calidad de las tropas montadas preparadas por Roca, las acciones se convirtieron en una sableada terrible, con miles de muertos -en mayor medida por sus secuelas- y prisioneros, que aquél habría de dirigir y acompañar en buena medida directamente en carroza.




5. Epílogo


Para ese entonces, los indígenas pampeanos habían sufrido una larga evolución, que en lo cultural-económico transitó por la transformación en cazadores nómadas montados, la conversión en pastores-cazadores nómadas de caballos, y de vacunos después, la semisedentarización y hasta un incipiente cultivo en algunas tribus (como los ranqueles, los indígenas amigos en Buenos Aires, y en la Cordillera). 

Correlacionadamente la adquisición de una "cultura del cuero" de caballo y vacuno, el reemplazo de los cueros de guanaco en toldos y vestimenta; la adquisición del tejido y la platería araucanos y la ropa de ese origen y criollo, al lado del tabaco y, el alcohol -­el alcohol!, la gran clave de la decadencia cultural entre los tehuelches-, el azúcar y otros "vicios" como se decía entonces. Y las enfermedades importadas, claro, como la viruela y sus muchas variantes, que diezmaban a los indígenas.
    
En aquel  ámbito, y en el Neuquén, a pesar de estos flagelos, el número de indígenas creció considerablemente en el tiempo histórico. No así en el patagónico, en donde tras un momento de auge, se produjo un general descenso. De un modo u otro, la Patagonia al Sur del Limay-Negro se mantuvo mucho más conservadora que el resto.
    
Lo cierto es que, producida la derrota general y desbandada de los indígenas pampeanos y nor-neuquinos, contra los que se había llevado la guerra -Roca a diferencia de Rosas, no distinguía entre los grupos étnicos y su enemigo era globalmente "el indio"-, los intereses económicos, principalmente de los hacendados bonaerenses, obraron para su continuación. Sumado esto a la tirantez de las relaciones con Chile, que ambicionaba la posesión de la Patagonia, hizo que la ocupación prosiguiera: por la captura de Saihueque, ya mencionado, del Sur del Neuquén, -a pesar de los tratados de amistad firmados con Buenos Aires-, caudillo general en definitiva de las tribus tehuelches septentrionales; incluso algunas tehuelches meridionales que poco y nada tuvieron que ver en todo esta historia.
    
Apréciese, a esta altura, el valor profundo de las raíces étnicas:
    
Los sobrevivientes de los indígenas ranqueles, los descendientes de Calfucurá  y aquellos de los pehuenches neuquinos, huyeron hacia la Cordillera y Chile. Los sur-neuquinos, hacia el Sur del Limay, lo propio que los descendientes de los tehuelches del centro-Sur de Buenos Aires, cuyos últimos caciques de importancia fueron los hermanos Catriel.
    
Una vez en la "Patagonia propiamente dicha", a lo largo de la última década del siglo, las tribus se dispersaron, desgranaron y los grupos se asentaron, por fin, ya en unidades familiares, convertidos en pastores -sedentarios!- de ovejas y, progresivamente, corridos a los peores campos por los hacendados "blancos" más hábiles, con la complicidad de la justicia y los agrimensores, y rodeados de alambradas. Era el fin de la cultura, y hasta de la identidad étnica, un proceso que todavía se arrastra trágicamente en la Patagonia continental.
    
En tanto en la isla Grande de Tierra del Fuego, los onas, que se habían mantenido al margen de las vicisitudes pampeano-patagónicas y desconocían el caballo, luchaban con arco y flechas contra los primeros ganaderos -ovejeros- blancos y los buscadores de oro.
    
Y los yámanas, contra el alcohol y los loberos, y los errores de la catequización, protestante y católica, que al agruparlos contribuía a la difusión de las enfermedades europeas.
    
(Hoy no queda un solo tehuelche puro; la lengua tehuelche septentrional se extinguió en 1960 y queda una decena de hablantes de la meridional. Ninguno de la ona..., cinco o seis -­sólo mujeres!- y manas hablantes; una treintena de alacalufes. Unos 250.000 parlantes de araucano en Chile y 20.000 en la Argentina, con absoluta probabilidad todos portadores de genes blancos...).
Los blancos:
    
Carai, "señores", los llamaron los indígenas guaraníes en el río de la Plata; como kadday lo aceptaron los tehuelches septentrionales, que se hizo qadde entre los meridionales y koliot entre los onas. Winka los bautizaron los araucanos, quizá deformación de inka, por los indígenas peruanos con los que habían combatido en Chile 50 años antes de la conquista española.
    
­Los blancos! Europeos primero, criollos después -argentinos y chilenos-, los europeos después nuevamente en la Patagonia. Al filo más tarde del siglo, en el momento de conformación de la Patagonia presente, la que heredamos sus descendientes.
    
Españoles, italianos, europeos de toda Europa, norteamericanos, árabes, etcétera, etcétera. Son los pioneros.
    
Pero antes de proseguir, para terminar, acéptese una pequeña recapitulación histórica de lo que podemos llamar los grandes jalones del poblamiento (blanco).
    
Primero fue la hoy Carmen de Patagones, cerca de la desembocadura del río Negro: en 1779, con lo que se erige en la única ciudad patagónica (hoy Patagones-Viedma, río Negro de por medio) de origen virreinal. Es la única de una serie de fundaciones atlánticas llevadas a cabo por los españoles en respuesta a una potencial invasión inglesa. Corrían tiempos de los Borbones en España y se abandonaban no sólo la "fiebre del oro" y las riquezas fáciles, reemplazadas por la colonización, sino el trato inhumano para con los indígenas.
    
Después, en el otro extremo circa 1850, la hoy ciudad-puerto de Punta Arenas, sobre el estrecho de Magallanes.
    
Sucesivamente, el asentamiento galés, en 1865, en el valle inferior del río Chubut, en la Patagonia Oriental Central, un enclave que habría de extenderse a la Cordillera (Esquel) en los tiempos inmediatamente posteriores a la "Conquista del Desierto", y que mantiene buena parte de su perfil cultural hasta el presente.
    
La factoría del navegante patagónico -nacido en Carmen de Patagones- Piedra Buena, en la boca del río Santa Cruz; la misión del reverendo Bridges, destinada a yamanas, en Ushuaia, sobre el Beagle; las misiones salesianas en Río Grande -todo esto en la isla Grande-, y en la isla Dawson, Tierra del Fuego, destinada a onas la primera, y, artificialmente, a y manas, alacalufes y onas la segunda. Eran centros condensadores de un poblamiento difuso, de visionarios, de hombres de trabajo y aventureros, que venían a "quemar las naves" para radicarse en la nueva tierra.
    
La Tierra Prometida... Son los pioneros, un aluvión multiétnico con miles de diferencias y un denominador común: la fe irrenunciable en hacer de la Patagonia una potencia.
    
Tal fue el papel de este estrato de poblamiento, con una sola idea de progreso y dispuestos fan ticamente a concretarla, que su presencia es obligada en toda definición que quiera ensayarse para encorsetar culturalmente a la multiforme Patagonia. A la luz de lo recorrido hasta aquí juntos, ensayemos una -que, como se verá, parte de lo negativo:
    
Como quiera que se la acote geográficamente, la población de la Patagonia no tiene un origen étnico común. No tiene un folklore propio diferenciable de aquel de las áreas vecinas. No tiene una entonación regional propia, diferenciable de aquella del ámbito pampeano. Todo esto la separa de los ámbitos central y septentrional de la Argentina, a pesar de que Buenos Aires capital y su entorno hayan sufrido del mismo modo el impacto europeo (español e italiano fundamentalmente): nada había en común, en efecto, hace 40 años, con un provinciano -hasta 1957 la Patagonia estuvo integrada por territorios, sin autonomía- del Noroeste del país, pan-latinoamericano, en lo cultural y lo genético (criollo, mestizo de cercana ascendencia indígena); y muy poco con un porteño, es decir el oriundo del Gran Buenos Aires.
    
Completando, por lo positivo, la definición, puede apelarse a: un sustrato indígena, sí que complejo, de todas maneras común; una historia geográfica y de poblamiento comunes; y la realidad común de los pioneros.
    
Hoy...quedan en la Patagonia los  nietos y bisnietos de los pioneros, sepultados por un aluvión de población amorfa, proveniente de distintas partes del país, atraída por oportunidades efímeras de trabajo y carente del nervio de los pioneros; sin objetivos pensados de radicación definitiva y por ende sin fe, sin arraigo y sin historia. El resultado es una suerte de decadencia generalizada, desesperanzada, sin iniciativa propia.
    
A la espera del retorno de los pioneros..., cerramos aquí este rápido vistazo al pasado de la Patagonia.


RODOLFO CASAMIQUELA, nació en Ingeniero Jacobacci (Río Negro) en 1932 y murió en Cipolletti (Río Negro) en 2008. En 2006 le fue otorgado el premio Kónex de Platino 2006 en su especialidad. El científico fue autor de numerosas publicaciones sobre los orígenes del poblamiento humano en la Patagonia y propugnó el reconocimiento a la etnia tehuelche como pueblo originario de la parte norte de la región. Era paleontólogo, arqueólogo, doctor en ciencias, investigador, docente, historiador y escritor. Dejó una veintena de libros y 400 trabajos de investigación. Dedicó su vida al estudio de los orígenes de la Patagonia. Desde pequeño fue curioso de la toponimia y los significados de los nombres de las denominaciones antiguas. Realizó sus estudios secundarios en la Escuela Industrial Otto Krause de Buenos Aires, pero allí sintió "la inhabilidad más estupenda en lo manual" y prefirió refugiarse en la Biblioteca Nacional para leer la gramática araucana, sin saber que en su pueblo sus compañeros la hablaban. Paralelamente manifestó su obsesión por reunir los fósiles que dieron origen al museo de su localidad. Se graduó de perito minero nacional, al tiempo que proseguía con su formación en temas patagónicos en la biblioteca del Museo Etnográfico. Una beca lo llevó a Bélgica y, a su regreso, se decidió por la carrera de Paleontología en la Universidad de La Plata. Trabajó para el Conicet hasta el golpe militar de 1966. Decidió radicarse en Chile, donde se graduó como doctor en biología a fines de la década del 60. Volvió a Río Negro, donde creó el Centro de Investigaciones Científicas de Río Negro, con sede en Viedma. En 1978, Casamiquela creó en Viedma la Fundación Ameghino destinada a fomentar la investigación regional y el estudio de la agricultura, la geología, minería, pesca y biología. Sus trabajos de investigación incluyen estudios iconológicos y etnológicos de la Patagonia, el arte rupestre y la gramática tehuelche, En 1965 había recibido el primer Premio Nacional de Antropología y tercero de Biología de Subsecretaria de Cultura de la Nación. Se desempeñó como profesor de distintas universidades e instituciones académicas de Chile y Argentina. Fue docente emérito de la Universidad Nacional de la Patagonia Austral y propuesto para Doctor Honoris Causa. Casamiquela tuvo distintos episodios donde fue duramente criticado por investigaciones en las que sostenía que los tehuelches eran los verdaderos pobladores originarios de Chubut y el norte patagónico. Sus estudios lo llevaron a afirmar que los mapuches cruzaron la frontera e invadieron a los tehuelches en el siglo XVII, pueblo al que consideraba prácticamente extinguido. Esa postura le valió severas críticas por parte de aborigenistas de Argentina y Chile, que en varias ocasiones impidieron que el investigador pudiera concretar sus disertaciones en universidades e instituciones. La raíz de la discusión es que Casamiquela consideró a los mapuches, chilenos, cuando se trata de pueblos “preexistentes” que habitaban la cordillera antes de las delimitaciones geográficas políticas que conocemos actualmente. Sin embargo, se trató de un fundamento que sirvió judicialmente para desalojar a varias comunidades indígenas. Más allá de las controversias por esa posición extrema, sus aportes al conocimiento de la Patagonia adquieren especial relevancia; lo que se expresa en una obra de gran extensión y profundidad.



Fuente: Confines 

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