HOMO NALEDI: Hallan en Africa al posible eslabón perdido entre australopitecos y hombres

Un equipo internacional de científicos, con colaboración del Museo Nacional de Ciencias Naturales, describe una nueva especie de homínido, llamada Homo naledi, cuya morfología podría situarse entre los géneros Australopithecus y Homo.


MARK THIESSEN/NATIONAL GEOGRAPHIC  |  Reconstrucción de Homo naledi por el paleoartista John Gurche



Por José Manuel Nieves | MADRID


Su nombre es Homo naledi (que significa estrella) y tiene muchas papeletas para ser incluído con honores en la lista de nuestros antepasados más antiguos. Sus rasgos anatómicos, en efecto, le sitúan justo en el espacio que existe entre los últimos australopitecos y los primeros representantes del género Homo, al que todos nosotros pertenecemos.

Muchas papeletas, es cierto, pero no todas. De hecho, por el momento no ha sido posible determinar la antigüedad de sus restos fósiles, ni tampoco averiguar cómo llegaron a acumularse por lo menos quince individuos diferentes en una sima que se encuentra en el fondo de una oscura y muy poco practicable cueva surafricana.

El hallazgo fue anunciado ayer a bombo y platillo en Londres, donde tiene lugar estos días un importante congreso sobre Evolución Humana, por científicos de la Universidad surafricana de Witwatersrand (Wits), la National Geographic Society y la Fundación Nacional de Investigación de Suráfrica. Sin embargo, otras instituciones, como la Universidad de Nueva York o nuestro Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN-CSIC), han colaborado activamente en el estudio y descripción de esta nueva especie, que se acaba de publicar en la revista eLIFE.

Los primeros restos de Homo naledi fueron hallados en 2013 en el interior de una cueva llamada Rising Star, a unos 50 km. de Johannesburgo. A partir de ese momento, numerosos investigadores de varios países se fueron sumando al proyecto de excavación y posterior análisis de los restos, cuyo número no dejaba de crecer. De hecho, se dispone ya de 1.550 fósiles diferentes de la nueva especie. Y ello a pesar de que hasta ahora sólo se ha excavado a conciencia un solo metro cuadrado del yacimiento.

Los fósiles se encontraban en una sima situada a unos 90 metros de la entrada de la cueva, y accesible sólo a través de una rampa tan estrecha que fue necesario un equipo especial de personas extremadamente delgadas para que pudieran entrar y recuperarlos. Se supone, sin embargo, que una cantidad aún mayor de fósiles se encuentra aún dentro de la cueva. Los restos pertenecen a individuos de todas las edades, de ambos sexos y, en conjunto, proporcionan muestras de prácticamente todas las partes del esqueleto. El yacimiento de Dinaledi es, pues, realmente rico y excepcional.




La abundancia de fósiles de la nueva especie ha permitido reconstruir con mucha precisión sus características físicas. Su capacidad craneal, por ejemplo, era de unos 500 cm. cúbicos (muy inferior a los 1.200 cm cúbicos de los humanos actuales). Un rasgo que, junto a la estructura de su torso (analizada en España por investigadores del MNCN) y el juego del tórax con la pelvis, le acercan mucho a los australopitecos. No así su dentadura, masticación, capacidad de uso de sus manos y sistema locomotor (eran bípedos), características que le hacen parecerse más al género Homo. Su altura era de cerca de un metro y medio, su peso de unos 45 kg. y su cuerpo parece diseñado expresamente para soportar largas marchas.

«Con prácticamente todos los huesos del cuerpo disponibles y repetidos varias veces –afirma Lee Berger, investigador de la Universidad de Wits y explorador residente de National Geographic–, Homo naedi se convierte, en la práctica, en la especie fósil mejor conocida de nuestro linaje».

Por desgracia, las características del yacimiento no han permitido aplicar las técnicas de datación habituales. Así que la antiguedad de Homo naedi resulta, por ahora, desconocida. Podría ser de más de dos millones de años (la época en que vivieron los australopitecos), pero también quedar reducida a solo cien mil, lo que le convertiría en una especie contemporánea de los primeros hombres modernos.

Según John Hawks, paleoantropólogo de la Universidad de Winsconsin-Madison, donde se han analizado parte de los restos, «no tenemos aún una fecha, pero estamos tratando de conseguirla de todas las formas posibles». Lo que Hawks tiene meridianamente claro es que Homo Naledi «no es en absoluto como los demás humanos. Conocemos cada parte de su anatomía y no coincide con lo que conocemos. Está claro que se trata de una nueva especie».

Lleno de interrogantes

A falta de una datación, la otra gran pregunta es la siguiente: ¿Cómo pudieron acumularse tantos individuos (quince por ahora) en un lugar tan inaccesible y oscuro? Y, sobretodo, ¿Se trata de una acumulación casual o estamos ante una primitiva forma de enterramiento? Es el mismo problema al que, en España, se enfrentan los investigadores de la Sima de los Huesos, en Atapuerca.

Los estudios geológicos llevados a cabo en la cueva surafricana indican que, en el momento en que se acumularon los cadáveres, no había más entrada que la actual. Es decir, que para llegar hasta donde se han encontrado los cadáveres Homo naedi tuvo que pasar por los mismos sitios que los investigadores.

Ninguno de los 1.550 huesos, además, muestra marcas que indiquen que fueran devorados por animales (lo que haría pensar en una madriguera), ni tampoco signos de traumatismos, que indicarían un posible accidente. Así que la única hipótesis plausible, según Hawks, es que fueran colocados allí deliberadamente por sus congéneres. «Creemos –explica el científico– que es la muestra más antigua que tenemos de un ritual deliberado para rendir culto a los muertos». Muchos científicos, sin embargo, dudan de que tal muestra de «humanidad» fuera posible en un cerebro de apenas 500 cm. cúbicos.

Para Markus Bastir, investigador del MNCN, «aunque las condiciones del sedimento impiden por ahora una datación, los datos apuntan a que esta especie de Homo, morfológicamente primitiva, podría haber tenido unos patrones de comportamiento más complejos de los que le atribuimos en un principio».

Según este científico, «Al no tener la referencia de la edad geológica, el significado evolutivo es difícil de determinar. Si la edad de los restos fuera superior a los 2,6 millones de años, los fósiles de Homo naledi serían la representación esquelética más completa de un grupo de homínidos y la más antigua del género Homo. Si su cronología fuera inferior a un millón de años, los restos encontrados serían la prueba de la coexistencia en África de especies del género Homo muy diferentes entre sí».

Si, por el contrario, resultara que los restos no superan los 100.000 años de antigüedad, significaría que Homo naledi habría logrado sobrevivir durante cientos de miles de años conservando sus primitivos rasgos. Y además que coincidió con los primeros humanos modernos, de los que se sabe que sí enterraban ya a sus muertos.

Demasiadas preguntas y dudas, pues, alrededor de un hallazgo excepcional, pero que podría además convertirse en una pieza clave para comprender mejor nuestros lejanos orígenes. Homo naledi, en efecto, podría ser (o no) el eslabón evolutivo que faltaba para comprender cómo los primeros representantes del género Homo surgieron a partir de los australopitecos. Solo el tiempo (y una datación fiable) lo dirá.

Fuente: ABC.Es

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