Los científicos que lo regulan mantienen fijas las manecillas, que indican cuánto le queda a la especie humana para su destrucción total, preocupados por las armas nucleares y el cambio climático
Se llama Reloj del Juicio Final (Doomsday Clock) y representa en «minutos para la medianoche» cuánto le queda a la especie humana para su destrucción total. Cada año, el grupo de científicos atómicos que lo regula anuncia cuál es la posición de sus manecillas, que se adelantan o se retrasan según los últimos acontecimientos políticos, científicos y militares a nivel global. En 2016, los investigadores han decidido mantener fijas las manecillas a tres minutos para las doce, preocupados por la proliferación de armas nucleares, el cambio climático y la confrontación entre Oriente y Occidente. El reloj no se mueve porque se mantienen las mismas amenazas que se cernían sobre el planeta en 2015, cuando fue adelantado a la posición actual, el punto más cercano al cataclismo desde los primeros días de las pruebas de la bomba de hidrógeno.
Se llama Reloj del Juicio Final (Doomsday Clock) y representa en «minutos para la medianoche» cuánto le queda a la especie humana para su destrucción total. Cada año, el grupo de científicos atómicos que lo regula anuncia cuál es la posición de sus manecillas, que se adelantan o se retrasan según los últimos acontecimientos políticos, científicos y militares a nivel global. En 2016, los investigadores han decidido mantener fijas las manecillas a tres minutos para las doce, preocupados por la proliferación de armas nucleares, el cambio climático y la confrontación entre Oriente y Occidente. El reloj no se mueve porque se mantienen las mismas amenazas que se cernían sobre el planeta en 2015, cuando fue adelantado a la posición actual, el punto más cercano al cataclismo desde los primeros días de las pruebas de la bomba de hidrógeno.
Este reloj, situado en la Universidad de Chicago y creado en 1947 ante el temor al estallido de una guerra nuclear, se ha convertido en un indicador universalmente reconocido de la vulnerabilidad de nuestra civilización. En esta ocasión, los expertos advierten en el «Boletín de Científicos Atómicos» de que la comunidad internacional sigue sin concentrar sus esfuerzos en la reducción de la extrema peligrosidad que representan las armas nucleares y el cambio climático. «Cuando llamamos a estos peligros existenciales, eso es exactamente lo que queremos decir: amenazan la existencia misma de la civilización», aseguran.
Los científicos recuerdan que en julio de 2015, al final de casi dos años de negociaciones, seis potencias mundiales e Irán llegaron a un acuerdo histórico que limita el programa nuclear iraní y tiene como objetivo evitar que Teherán desarrolle armas nucleares. Y en diciembre del año pasado, cerca de 200 países acordaron en París un proceso por el cual van a tratar de reducir sus emisiones de dióxido de carbono, con el objetivo de mantener el aumento de la temperatura mundial muy por debajo de los 2ºC por encima del nivel preindustrial. «El acuerdo nuclear de Irán y el acuerdo climático de París son grandes logros diplomáticos, pero constituyen sólo pequeños puntos brillantes en una situación muy oscura llena de posibilidades de catástrofe», advierten.
Llamamiento a los líderes mundiales
Ante estas amenazas, los científicos han hecho un llamamiento a los líderes mundiales para que actúen de forma coordinada y rápida contra el desarrollo de armas nucleares y con el fin de reducir drásticamente las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, especialmente el dióxido de carbono. Avisan de que los países del mundo han emitido suficiente dióxido de carbono y otros gases de efecto invernadero a finales de este siglo como para transformar profundamente el clima de la Tierra, perjudicando a millones de personas y amenazando a muchos sistemas ecológicos clave para la civilización. «Los líderes mundiales no han actuado con la velocidad o en la escala necesaria para proteger a los ciudadanos de una potencial catástrofe. Estas fallas de liderazgo político ponen en peligro a todas las personas en la Tierra», insisten los científicos. © ABC.Es
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